jueves, 4 de abril de 2013

EL CABALLERO DE OLMEDO: sólo brillan los versos del Fénix de los Ingenios

Santander, 22 de marzo de 2.013


En la Sala Argenta del Palacio de Festivales se ha estrenado hoy una nueva adaptación de la tragicomedia escrita por Lope de Vega en 1.620 "El Caballero de Olmedo", propuesta por Eduardo Galán, dirigida por Mariano de Paco Serrano y protagonizada por Javier Veiga, Marta Hazas y José Manuel Seda.


"El Caballero de Olmedo" es, en mi opinión, una formidable historia de un amor inmenso destinado al fracaso por un destino o un azar trágico. Los espectadores de la época de Lope de Vega conocían el destino trágico del Caballero de Olmedo por basarse en una canción conocida por todos "Que de noche le mataron al caballero, la gala de Olmedo, la flor de Medina". Aún así Lope conjuga, en su maestría de vesrsificar, las escenas trágicas con las más populares de comedia y humor. Inmenso Lope: divertido 'Tello' en su personaje del gracioso, lúcida Fabia en su papel celestinesco, malvado y envidioso Don Rodrigo en su personaje de antagonista y rival, encantadora y enamorada Doña Inés, emocionante y gentil Don Alonso, el Caballero de Olmedo; personajes todos con vida y resonancias de alma universal..."
Eduardo Galán


Comparto con  Eduardo Galán mi admiración por el Fénix de los Ingenios, autor de innumerables obras de teatro vestidas con magníficos versos pero no siempre dotadas de la consistencia debida.
"El caballero de Olmedo" es una tragicomedia cuyo manido argumento carece de interés pero que cautiva por la intensidad de sus versos, aún cuando la minimalista, oscura y tenebrosa puesta en escena y el discreto papel del televisivo elenco protagonista no esté a la altura de los mismos.

Amor, no te llame amor
el que no te corresponde... 

Don Alonso (Javier Veiga), noble caballero de Olmedo, visita la feria de Medina y cuando ve a la joven Doña Inés (Marta Hazas) queda prendado de su hermosura:


Por la tarde salió Inés
a la feria de Medina,
tan hermosa que la gente
pensaba que amanecía.
Rizado el cabello en lazos
que quiso encubrir la liga,
porque mal caerán las almas
si ven las redes tendidas.
Los ojos, a lo valiente,
iban perdonando vidas,
aunque dicen los que deja
que es dichoso a quien la quita.
Las manos haciendo tretas,
que, como juego de esgrima,
tiene tanta gracia en ellas,
que señala las heridas.
Las valonas esquinadas
en manos de nieve viva,
que muñecas de papel
se han de poner en esquinas.
Con la caja de la boca
allegaba infantería
porque, sin ser capitán,
hizo gente por la villa.
Los corales y las perlas
dejó Inés, porque sabía
que las llevaban mejores
los dientes y las mejillas.
Sobre un manteo francés
una verdemar basquiña,
porque tenga en otra lengua
de su secreto la cifra.
No pensaron las chinelas
llevar de cuantos la miran
los ojos en los listones,
las almas en las varillas.
No se vio florido almendro,
como toda parecía,
que del olor natural
son las mejores pastillas.
Invisible fue con ella
el Amor, muerto de risa
de ver, como pescador,
los simples peces que pican.
Unos le prometen sartas
y otros arracadas ricas;
pero en oídos de áspid
no hay arracadas que sirvan,
cuál a su garganta hermosa
el collar de perlas finas,
pero, como toda es perla,
poco las perlas estima.
Yo, haciendo lengua los ojos,
solamente le ofrecía,
a cada cabello un alma
a cada paso una vida.
Mirándome sin hablarme
parece que me decía:
"No os vais, Don Alonso, a Olmedo,
quedaos agora en Medina"

No se va Don Alonso y en Medina se queda con su escudero Tello (Enrique Arce) para contratar los servicios de Fabia (Encarna Gómez), celestiniana alcahueta que habrá de entregar una amorosa carta a la encantadora Doña Inés.
Dos años hace que Don Rodrigo (José Manuel Seda) pretende a la de Medina. Su corazón parece ser de hielo pero ahora tiene dueño:

Si Don Rodrigo
ha que me sirve dos años
y su talle y sus engaños
son nieve helada conmigo,
y en el instante que vi
este galán forastero
me dijo el alma: "Éste quiero"
y yo le dije: "Sea ansí",
¿quién concierta y desconcierta
este amor y desamor?


Enredos y argucias se ponen al servicio de su amor pero un trágico sueño inquieta a Don Alonso:

Hoy Tello, al salir el alba,
con la inquietud de la noche
me levanté de la cama,
abrí la ventana aprisa
y, mirando flores y aguas
que adornan nuestro jardín,
sobre una verde retama
veo ponerse un jilguero
cuyas esmaltadas alas
con lo amarillo añadían
flores a las verdes ramas.
Y estando al aire trinando
de la pequeña garganta
con naturales pasajes
las quejas enamoradas,
sale un azor de un almendro
donde escondido estaba,
y como eran en los dos
tan desiguales las armas,
tiñe de sangre las flores,
plumas al aire derrama.
Al triste chillido, Tello,
débiles ecos del aura
respondieron, y no lejos,
lamentando su desgracia
su esposa, que en un jazmín
la tragedia viendo estaba.

Sus almas serán presas del miedo y los recelos y un destino cruel será dueño de su amor.

Voy a Olmedo
dejando el alma en Medina.
No sé cómo parto y quedo:
amor la ausencia imagina,
los celos, señora, el miedo.
Así parto, muerto y vivo,
que vida y muerte recibo.
Más, ¿qué te puedo decir
cuando estoy para partir
puesto ya el pie en el estribo?
Ando, señora, estos días,
entre tantas asperezas
de imaginaciones mías,
consolado en mis tristezas
y triste en mis alegrías;
tengo, pensando perderte,
imaginación tan fuerte,
y así, en ella, vengo y voy,
que me parece que estoy
con las ansias de la muerte.
La envidia de mis contrarios
temo tanto, que aunque puedo
poner medios necesarios,
estoy entre amor y medio
haciendo discursos varios.
Ya para siempre me privo
de verte, y de suerte vivo
que, presumiendo mi muerte,
parece que estoy diciendo:
"Señora, aquesta te escribo".
Tener de tu esposo el nombre
amor y favor ha sido,
pero es justo que me asombre
que, amado y favorecido,
tenga tal tristeza un hombre.
Parto a morir y te escribo
mi muerte, si ausente vivo,
porque tengo, Inés, por cierto
que si vuelvo será muerto,
pues partir no puedo vivo.
Bien sé que tristeza es,
pero puede tanto en mí
que me dice, hermosa Inés,
"si partes muerto de aquí,
¿cómo volverás después?"
Yo parto, y parto a la muerte,
aunque morir no es perderte,
que si el alma no se parte,
¿cómo es posible dejarte?,
¿cuánto más volver a verte?
...


   
                         
       


                 


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