jueves, 28 de abril de 2016

LIÉBANA: paisajes infinitos y rincones únicos (V)

La Hermida, 30 de marzo de 2.016

Desayunamos junto a los rescoldos de una chimenea y respiramos silencio sentados en el jardín, a los pies de unos Picos que hoy se han despertado despejados.



Nos acompaña Pongo, un fantástico anfitrión que ayer, sin hacer ruido, salió a la calle para recibirnos cuando llegamos al hotel y que dentro de un rato, cuando recojamos nuestras maletas y montemos en el coche para dirigirnos al Balnerario de La Hermida, vendrá a despedirse de nosotros.

Han pasado casi nueve meses desde que Nacho y Marta nos regalaron un bono para disfrutar de sus aguas y ya iba siendo hora de aprovecharlo...


En el siglo XVIII, un monje benedictino de Potes, encargado de la farmacia de su monasterio, descubrió las bondades de las aguas termales de La Hermida. Se trata de aguas clorurado-sódicas e hipertermales que fluyen de las profundidades de la tierra a 62,5 ºC, lo que las convierte en las segundas más calientes de España, y que poseen reconocidas aplicaciones terapéuticas, tanto ingeridas como administradas en forma de baño, chorro o estufa. Si embargo no fue hasta 1.842 cuando se construyó la primera casa de baños: un edificio muy humilde con una zona termal en el piso inferior y un modesto hospedaje en el superior.
Unos años más tarde, entre 1.880 y 1.881, se construyó el balneario que se conserva en la actualidad, con una galería de baños y un hotel restaurados recientemente.


Pasamos por los vestuarios y nos sumergimos en la piscina termal del complejo para disfrutar de sus jacuzzis, sus saunas, sus cortinas de agua, sus cascadas y sus duchas frías y calientes.


Después de pasar hora y media a remojo regresamos al exterior y damos un paseo hasta el pueblo.
La historia de La Hermida está inevitablemente ligada a la del desfiladero. Emplazada en mitad del camino que discurre por el fondo de la garganta, la localidad se convirtió a mitad del siglo XIX en un importante cruce de caminos. En la actualidad es punto de paso obligado en la N-621, que conecta la costa occidental de Cantabria con Potes, y se ha convertido en la población más importante de Peñarrubia.


Nos zampamos un menú del día muy recomendable en el Bar-Restaurante Paquín y con el estómago lleno volvemos a por el coche, estacionado en el aparcamiento del balneario, dando un paseo por la senda fluvial que acompaña al río Deva.

Volvemos hacia atrás para llegar a Tana y allí tomar un desvío a la derecha que promete conducirnos a Cabañes. La carretera es bonita, pero se empina y se retuerce. Poco después de pasar junto a las casas de Pendes, al salir de una curva, nos sorprende ver varios coches aparcados en la cuneta. "¿Dónde están sus dueños?", nos preguntamos. Sólo pueden ser los obreros que se amontonan a lo lejos, en un prado, a la orilla del camino. Están construyedo una peculiar casa de cartón-piedra... ¡Es la cabaña del abuelo de Heidi que dentro de unos meses tendremos ocasión de ver en los cines!


La cabaña formará parte de los decorados de la película "Heidi, la reina de las montañas", una producción anglo-india que tendrá como escenario la comarca de Liébana: Mogrovejo se convertirá en el pueblo en el que viva Pedro -el mejor amigo de Heidi-, y en este altozano situado junto a la carretera, frente a Peña Ventosa y con la sierra de Peña Sagra al fondo, se alzará la cabaña del abuelo.

Pasamos de largo y continuamos nuestro camino: pasamos junto a una zona de recreo dispuesta junto a unos impresionantes castaños milinerios y llegamos a Cabañes. Se trata de una pequeña localidad pertenecinete al municipio de Cillorigo de Liébana, situada a los pies del macizo oriental de los Picos de Europa (Macizo de Ándara) y en la que sólo se respira paz y tranquilidad.


Damos un breve paseo por el pueblo y volvemos a la campa que antes dejamos atrás. Conocido como El Habario, se trata de una zona de recreo que alberga un importante conjunto de castaños milenarios: ejemplares de grandes dimensiones con troncos cortos y huecos que se retuercen adoptando caprichosas formas que en esta época del año, sin un manto de hojas que cubra sus arrugadas pieles, les confiere un aspecto fantasmagórico.




Echamos a andar por una pista que promete conducirnos al Mirador del Corral de los Moros dejando a nuestra espalda una espectacular panorámica de los Picos de Europa.



El paseo es corto pero exigente y después de subir un pronunciado repecho llegamos a un balcón natural situado frente al extremo meridonal del desfiladero de La Hermida. Ante nosotros se alza majestuosa la Peña Ventosa, una imponente mole caliza de 1.474 metros de altitud que custodia la entrada al desfiladero.


Recuperamos el aliento y regresamos al coche. Ya va siendo hora de volver a casa: quedan muchos rincones por conocer de esta preciosa comarca pero tendrá que ser en otra ocasión.

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