sábado, 9 de diciembre de 2017

MUNDO DE TINTA: CORAZÓN, SANGRE y MUERTE...

Santander, 8 de diciembre de 2.017

"Algunos libros han de ser paladeados, otros se engullen, y solo unos pocos se mastican y se digieren por completo."

 

Hace unos meses, le dejé a Elena dos libros de Cornelia Funke: "Corazón de tinta" y "Sangre de tinta". Le gustaron y me los devolvió junto al ejemplar que completa la trilogía firmada por la escritora alemana: "Muerte de tinta".


"Dorados sobre el estante brillan los lomos de los libros: pilares para los puentes del viaje al país de las hadas."
("Larenopfer",
Rainer Maria Rilke)

Si tuviera que elegir a alguien para saltar a las páginas de un libro, ese serías tú. Un abrazo, primito...

Meggie había heredado de su padre su pasión por los libros: él era encuadernador, pero ella le consideraba 'médico de libros'. Su madre desapareció cuando ella tenía solo tres añitos y no recordaba nada de lo que había sucedido...

Mortimer había comprado en una librería de viejo una caja llena de ejemplares usados entre los que estaba el de Capricornio, un ser menos compasivo que un trozo de carbón, con un corazón negro como la tinta, capaz de provocar miedo en las casas, en las camas, en los corazones y en las mentes... Precisamente ese fue el que escogió su madre aquella noche para que Mo leyese en voz alta: "Corazón de tinta". Era otoño y hacía frío, así que encendieron el fuego de la chimenea. Entregaron a su hija un montón de libros ilustrados y se acomodaron a su lado, sobre la alfombra, e iniciaron la lectura. La historia era emocionante: estaba bien escrita y sus páginas estaban repletas de seres extraordinarios... Fuera ya había oscurecido cuando todo ocurrió: Mortimer acababa de empezar a leer el séptimo capítulo del libro cuando, de repente, varios de sus personajes salierón de él...
Capricornio, Basta y Dedo Polvoriento abandonaron sus páginas sin comprender lo que sucedía. La voz de Mo los había arrancado del relato como si fueran marcapáginas que alguien hubiera olvidado entre las hojas, y no parecían dispuestos a volver a él. A cambio, su esposa y los dos gatos que siempre se sentaban sobre su regazo mientras él leía, habían pasado a formar parte del contenido del libro...

Capricornio y sus compañeros desaparecieron en la noche mientras Mortimer buscaba a Teresa por toda la casa. No sirvió de nada: ella no apareció. Leyó el libro una y mil veces pero ella no regresó, así que, al final, por miedo a que su hija también se volatilizase, decidió no volver a leer en voz alta nunca más.
Una semana más tarde, mucho después de medianoche, Dedo Polvoriento apareció frente a su puerta. Surgió de sopetón para rogarle que le devolviera a su mundo, pero él no sabía cómo hacerlo así que empaquetó el maldito libro -lo único que conservaba de su esposa-, y escapó con Meggie.
Desde entonces, no le había vuelto a ver. Habían pasado nueve años desde aquel día. Mo había vuelto a ojear el libro muchas veces y la historia seguía versando sobre los mismos personajes: "¿significaba eso que nada había cambiado dentro del libro?". Quién sabe si los relatos escritos ocultan otros, mucho mayores, que se van transformando día a día, como la vida misma, y las letras no son más que la tapa de una cazuela que contiene mucho más de lo que podemos leer...

Dedo Polvoriento ha regresado para advertirle de que Capricornio le está buscando. Al parecer, dispone de otro lector que durante todo este tiempo le ha proporcionado más de un secuaz dispuesto a obedecer sus órdenes sin pestañear, pero no es tan hábil como él y ansía volver a oír su voz. Necesita que lea en voz alta y recupere del fondo de su libro a Sombra, un ser monstruoso, inmortal, invulnerable y despiadado, que los enanos -expertos en cualquier cosa que proceda del fuego y el humo-, crearon para él de manera que, cuando lo convacaba, salía flameando de la tierra, se alzaba, mudo y sin rostro, ante los pies de su señor y, como un perro que ventea su presa, esperaba a que este le señalase la víctima para ejecutarla sin piedad.

Lo que no sabe Capricornio es que es posible que Meggie haya heredado el don de su padre: tal vez las palabras adquieran vida y echen a rodar después de que ella las saboree en su boca. Quizás con su voz, añadiendo algunos detalles, pueda incluso modificar los relatos: quién va, quién viene, a quién hace féliz o cómo termina. Con la ayuda de Fenoglio, el maestro de las palabras que escribió "Corazón de tinta", ella intentará borrar a Capricornio de la faz de la Tierra y, quién sabe, tal vez lo consiga...

"...una noche templada y estrellada, la Sombra no escuchó la voz de Capricornio al aparecer, sino la de una niña, y cuando esta pronunció su nombre, se acordó de todos aquellos con cuyas cenizas había sido creada y decidió tomar cumplida venganza de aquellos que eran la causa de tanta desdicha y envenenaban el mundo con su crueldad. Se acercó a su señor y este cayó de bruces: su corazón se detuvo y todos los incendiarios y asesinos desaparecieron con él, cual ceniza arrastrada por el viento. A la Sombra le dolían tanto los recuerdos que casi le desgarraban: escuchaba en su cabeza todos los gritos y lamentos del pasado. De repente algo la obligó a caer de rodillas y su terrorífica figura se desintegró al mismo tiempo que volvían a aparecer todos aquellos de cuyas cenizas había surgido ella. Mujeres, hombres, niños, perros, gatos, duendes, hadas y muchos seres más... despertaron de su pesadilla y todo terminó felizmente."


Gracias a Meggie, su madre había regresado de un mundo de papel y tinta de imprenta poblado por hadas, príncipes, ondinas, elfos de fuego y árboles que crecían hasta el cielo. Capricornio y algunos más fueron tragados por la oscuridad, como si jamás hubieran existido, pero con ellos se fue Fenoglio, envuelto en sus propias palabras, dispuesto a vivir su propia historia en un mundo cruel lleno de espanto y belleza... 


Después de pasar diez años en la historia equivocada, echando de menos a sus seres queridos, Dedo Polvoriento había encontrado por fin el modo de regresar a su mundo, aunque eso supondría dejar atrás a gente a la que había llegado a querer. "Olvídalos -se repetía a sí mismo una y otra vez-, o haberlos perdido a todos te hará enloquecer".

Meggie y Farid consiguieron abrir una puerta entre las letras y la cruzaron para ir tras él. Se deslizaron entre las palabras y llegaron al universo creado por Fenoglio, pero Basta, que había jurado matarlos a todos, también encontró el modo de seguir su rastro.


Fenoglio tenía la sensación de que aquella había dejado de ser su historia. El malvado Cabeza de Víbora se había hecho cargo de la narración, sustituyendo la tinta y la pluma por sangre y espadas, así que, inspirándose en Mortimer, había compuesto la figura de Arrendajo, un bandolero que se ocultaba en los bosques y defendía a los más débiles, enfrentándose al tirano y sus secuaces. Sin saberlo había puesto la vida de Morimer en peligro, pues Orfeo -un parlanchín ambicioso con cara de luna-, había ayudado a Mo y a su esposa a cruzar las puertas de su libro desde el otro lado y, aunque el 'médico de libros' interpretaba su papel de maravilla, todo el mundo sabe que los héroes no llegan a viejos…

'Mundo de Tinta' se había transformado en un destino de ida y vuelta. Las palabras se habían convertido en puertas giratorias que permitían pasar de una realidad a otra, entrometiéndose en una historia que no dejaba de crecer...

"Desde hacía muchas noches, el malvado Cabeza de Víbora no hallaba reposo. No podía dormir y recorría las lujosas estancias de su castillo de plata de acá para allá, como un viejo oso amaestrado en su jaula. Le asaltaba un miedo atroz: el miedo a la muerte, el único enemigo del que no podía librarse. Era un miedo que le aguardaba fuera, ante las ventanas de su fortaleza. Cada noche hacía prender más antorchas pero, a pesar de todo, el miedo le acometía haciéndole flaquear y caer de rodillas. Le aterrorizaba la idea de que la muerte anidara ya en su cuerpo y vislumbraba su terrorífico futuro: su carne se marchitaba en los huesos, los gusanos lo devoraban y las Mujeres Blancas se lo llevaban a rastras, pero una noche, más negra e interminable que ninguna, una joven llegó al Castillo de la Noche..."

Con la intención de salvarle el cuello a su padre, que permanecía encerrado en una de las torres de la fortaleza, Meggie pasó sin temor junto a los guardias del castillo para ofrecerle un trato a Cabeza de Víbora: "Mi padre encuadernará un libro para ti. Lo hará con mi ayuda: un libro de quinientas páginas, todas ellas en blanco, revestido de madera y cuero, con cierres de latón. Como muestra de agradecimiento, en cuanto te entregue el libro, le dejarás marchar a él y a todos cuantos él te exija, mientras escribes tu nombre en la primera página y lo escondes en un lugar que solo tú conozcas porque has de saber que, mientras ese libro exista, serás inmortal...".



Consiguieron escapar del Castillo de la Noche, pero Basta les estaba esperando al otro lado. El fuego de Dedo Polvoriento les mantuvo a salvo a casi todos, mas no pudo impedir que Farid cayera en manos de las Mujeres Blancas y el tragafuegos hubo de convocarlas para ofrecerles su vida a cambio de la de su fiel aprendiz…

El libro que Fenoglio había escrito parecía insignificante comparado con las maravillas que describía; tan solo unos cientos de páginas impresas, una docena de ilustraciones y una encuadernación de tela verde que habían servido para sembrar una historia que ahora crecía a su antojo, pero el ‘Tejedor de palabras’ había tenido ocasión de comprobar que las letras vivas eran traicioneras y criminales: monstruos, negros como la tinta, chupadores de sangre, que únicamente alumbraban desgracias.  No tenía intención de escribir nunca más, así que convocó a Orfeo, un joven bastante hábil con las palabras -aunque todavía no supiera colocarlas de un modo tan magistral como él-, y comenzó a instruirle en su arte. Durante un tiempo, su pupilo jugó con ellas en su lugar, mientras él se recuperaba del cansancio acumulado. Su intención, cuando recuperara el placer por las letras, era enviarle de vuelta al mundo del que lo había traído para mantener con vida su historia, pero Orfeo había empezado a tergiversar sus palabras, emborronando con colores de pésimo gusto el mundo que él había creado…

Mientras tanto, Resa, que portaba en su vientre un nuevo hijo, sentía que aquella ya no era su historia. El tiempo olía a polvo, y a relojes, y a gente…, y sonaba como el agua fluyendo dentro de una oscura cueva, como voces llorosas y terrones de tierra cayendo sobre las huecas tapas de un ataúd. Habían transcurrido más de tres meses desde su llegada a Mundo de Tinta y ansiaba regresar a casa, sentarse en el sofá de su tía y olvidar toda aquella fantasmagoría, pero Mo, poseído por el espíritu de Arrendajo, no parecía dispuesto a acompañarla. La historia le estaba cambiando, aunque él también la había cambiado a ella y, con sus acciones, continuaba narrándola…

Meggie pensaba que tal vez las palabras correctas pudieran ayudarle. De momento habían servido para arrancar a Dedo Polvoriento de las garras de la muerte y ahora quizás, los dos juntos, puedan enfrentarse al malvado Cabeza de Víbora…

Guárdate: tu final se acerca.
La víbora se retuerce, desaparece su fuerza…
Poco a poco, Arrendajo se la ha quitado entera.
Arrendajo, ese al que no hieren ni espada ni lanza férrea.
Ese al que no persiguen los perros de aquesta, vuestra tierra,
y al que, por más que buscáis, no encontráis,

pues el vuelo emprende en cuanto maldecís su estrella…

Cuando Arrendajo se negó a doblegarse ante Cabeza de Víbora, solo un extranjero venido de muy lejos supo que hacer. Comprendió que el héroe solo podría ser vencido por sí mismo, así que despertó el miedo que se ocultaba en su interior, pintó espantosas imágenes en su corazón e hizo que le arrojaran a la oscuridad para que allí luchara con su propio dolor.
Por suerte, Dedo Polvoriento había regresado de los dominios de la muerte sabiendo cómo desprenderse de su cuerpo, insuflar alma al fuego y leer el corazón de Mo, aunque, de todos modos, los acontecimientos se les estaban yendo de las manos. ¿Habría alguien más escribiendo su historia...?


¿Quién no querría saber cómo termina un cuento o hacia dónde se dirige al final del camino?
Sheenagh Pugh

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