miércoles, 31 de enero de 2018

PARÍS: una cita pendiente (VIII)

París, 11-14 de diciembre de 2.016


Amanece nuestro último día en París y hoy el sol se suma a la fiesta. Repetimos desayuno a la vera de Notre Dame y aprovechamos nuestras últimas horas en la ciudad de la luz para colarnos en el interior de la Ópera Garnier…


En 1.669, durante el reinado de Luis XIV, el ministro Jean-Baptiste Colbert promovió la creación de la Academia Real de la Música, una institución artística multidisciplinar fundada con el objetivo de acercar al público la ópera francesa.
La Academia de la Ópera cambió de sede en numerosas ocasiones a lo largo de la historia, hasta que, en 1.858, durante el Segundo Imperio Francés, el emperador Napoleón encargó al barón Haussmann construir el que habría de convertirse en el nuevo Teatro de la Ópera de París. El magestuoso proyecto fue adjudicado al joven arquitecto Charles Garnier y, en 1.861, se colocó la primera piedra. Las obras fueron interrumpidas en varias ocasiones y, tras la caída del Imperio, llego a barajarse la posibilidad de que se cancelaran definitivamente, pero, la destrucción en 1.873 del teatro que había sido sede de la Academia durante los últimos cincuenta años, permitió que Garnier pudiera concluir su obra. El 5 de enero de 1.875, la Ópera de París fue oficialmente inaugurada.


Nos colamos en el metro y regresamos a la superficie frente a la monumental fachada principal del fastuoso edificio de estilo neobarroco que cobijó al famoso Fantasma de la Ópera.
Durante la construcción del edificio, al proceder a su cimentación, se encontraron una serie de corrientes de agua subterráneas que fue preciso anegar. Se construyeron entonces una serie de galerías y reservorios que dieron origen al mito del lago bajo el palacio en el que se refugiaba el misterioso fantasma...


Dispuesta sobre una discreta escalinata, la fachada carece de una gran puerta y se articula en torno a una columnata similar a la de la fachada oriental del Palacio del Louvre, diseñada por Claude Perrault entre 1.667 y 1.670 en un estilo barroco clasicista bastante comedido.
Cuatro extraordinairos grupos escultóricos situados al nivel de la escalinata decoran la fachada principal: "El drama" de Falquière, "La música" de Guillaume, "La poesía lírica" de Jouffroy y "La danza" de Carpeaux.

  

  

Entre las robustas columnas del segundo piso, flanqueadas por ligeras y coloridas columnas ornamentales de mármol, se reparten una serie de bustos esculpidos en bronce que representan a algunos de los más insignes compositores de la historia de la música: Rossini, Mozart, Beethoven…
Un friso corrido, elaborado en mármol y rematado con sendas alegorías doradas diseñadas por Charles Gumery: "La armonía" y "La poesía", corona la fachada. Por detrás de él se alza la impresionante cúpula que cubre el auditorio principal, coronada por la imagen de Apolo diseñada por el escultor Aimé Millet, que, escoltado por sendas alegorías de la música y la poesía, sostiene en alto una hermosa lira dorada.


 


Los cuerpos cilíndricos adosados a los pabellones laterales permiten acceder discretamente al interior del teatro, aunque nosotros, para hacerlo, hemos de desplazarnos hasta la parte posterior del edificio -mucho más sobria-, cruzar un pequeño arco y pasar frente a un busto erigido en honor a Charles Garnier.


Pasamos por taquilla y llegamos al vestíbulo principal, presidido por la figura de cuatro grandes genios de la música esculpidas en mármol: Rameau, Lulli, Gluck y Haendel.


  

  

El vestíbulo es la antesala de una impresionante escalera de marmol blanco, con balaustrada de marmol rojo y verde, diseñada para canalizar el flujo de espectadores dejándoles con la boca abierta.

"La Ópera es su escalinata, de la misma forma que Los Inválidos son su cúpula y la Iglesia de San Esteban del Monte su púlpito."
Charles Garnier

La escalera conduce a la entrada del auditorio, custodiada por dos grandes esculturas, y se parte en dos para acceder a la espectacular galería que circunda los pisos superiores. 


En la balaustrada de mármol que envuelve dicha galería se disponen una serie de balconcillos que la burguesía del siglo XIX utilizaba para dejarse ver, y desde los que nosotros admiramos el impresionante conjunto.


La cúpula que cubre el hueco de la escalera está decorada con cuatro composiciones distribuidas alrededor del tragaluz que ilumina la caja, pintadas sobre tela y adheridas al techo con cola.






Accedemos a los 'foyers', salones decorados con pan de oro, espejos, lámparas y pinturas en los que los espectadores se dejan ver durante los entreactos.


Se acerca la Navidad y eso se nota. Un gran abeto vestido de rojo preside uno de los extremos del Grand Foyer, un lugar fastuoso cuyos techos fueron pintados por Paul Baudry, que recopiló un buen puñado de escenas relacionadas con la historia de la música, la comedia y la tragedia.


Nos acercamos al auditorio. Con capacidad para dos mil espectadores, tiene forma de herradura y está formado por una serie de arcos que descansan sobre pares de columnas que circundan el escenario y custodian los palcos y tribunas de honor. Está cubierto de terciopelo rojo, y ninfas, querubines y hojas doradas decoran todo el conjunto. 


La cúpula constituye un controvertido impacto multicolor firmado por Marc Chagall en 1.964. Fue cuidadosamente colocada sobre las pinturas originales y su eclecticismo no deja indiferente a nadie...

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